El vuelo sublime de la complejidad

2021-12-28 07:23:29 By : Ms. Hellen Qiu

“La complejidad es uno de los últimos intentos de unificación de las ciencias bajo la egida de la transdisciplinariedad, pero incluye lo interdisciplinario y disciplinario, en un movimiento de ida y vuelta”

Un paradigma contiene principios y nociones claves compartidas por la comunidad científica, una noción de ontología, una modalidad y unas técnicas para aproximarse a la realidad (metodología), una manera de concebir la relación metodología-ontología y teoría. Existen revoluciones paradigmáticas  que implican cambios radicales en todas esas dimensiones, tal como estableció Thomas Kuhn. De esta manera, se abre camino una  scienza nuova.

Las ciencias humanas permanecieron ancladas en el marco del paradigma newtoniano-cartesiano hasta finales del siglo veinte. Dentro de dicho paradigma, Newton estableció las bases físicas y Descartes, sus bases filosóficas, aunque estas pueden rastrear sus cimientos en la Grecia clásica. El filósofo, matemático y físico galo planteó separar la mente (res cogitans) de la materia (res extensa). El conocimiento se fundamentó entonces en la segmentación y especialización: se estipulaba la reducción de todo fenómeno a sus partes más simples o elementales. La mecánica clásica concibió el universo como un reloj determinista, con todos los engranajes acompasados y engranados como el Astrarium de Dondi.

En esa falsa percepción incurrieron tanto las sociologías del equilibrio como las sociologías críticas; las primeras para acentuar la armonía y la cohesión social, las segundas para hacer énfasis en los procesos de dominación social total (verbigratia, la ratio frankfurtiana)… No obstante, el universo no responde a esta descripción y, aunque la vida social reclama que nos comportemos como maquinas triviales, la sociedad humana es una maquina no trivial, imprevisible en momentos de crisis (Morin,1996:116-117)/(Colina, 2002:95).

El paradigma clásico de la ciencia identifica interacciones entre elementos de un solo universo; desconoce la irreversibilidad del tiempo, sus procesos de entropía y neguentropía; la historicidad y el devenir de los eventos. El mundo se explica y se predice en concordancia con leyes deterministas, bajo una causalidad lineal y exterior a los objetos, que ignora la retroalimentación. La ciencia dualista y fragmentada no reconoce las interrelaciones entre los elementos de una unidad y de esta, con otras unidades. Entre las disyunciones que genera están la que se produce entre el objeto y su entorno, entre el sujeto y el objeto. Empero, los principios de la lógica formal aristotélica se han revelado insuficientes para explicar ciertos fenómenos y sus contradicciones.

En la segunda mitad del siglo XX comienzan a establecerse o fortalecerse las bases del paradigma de la complejidad, que pretende superar las simplificaciones del paradigma anterior. En principio, se rescatan algunos logros de la mecánica relativista y cuántica de décadas anteriores. Asimismo, se incorporan los hallazgos informacionales del código genético (Watson y Crick) y de la cibernética clásica o de primer orden (Norbert Wiener/Shannon y Weaver). Las disciplinas mencionadas permitirán una física de los fenómenos inmateriales que son, por cierto, contraintuitivos, es decir, se les accede a través de dispositivos y no mediante la percepción natural. La información es neguentrópica; etimológicamente con-forma, da orden. Otro pilar paradigmático fundamental es la teoría de los sistemas de Ludwig Von Bertanlanffy.

Apertura y humildad epistémica son atributos del anteriormente denominado paradigma emergente de la ciencia. El norte es casi siempre un conocimiento multidimensional, pero no completo de la realidad. No nos cabe alucinar con la posibilidad de conocer la totalidad. El alambrado de púas con alta tensión  se manifiesta en la prueba deductiva, e inductiva y empírica, respectivamente. Existen límites infranqueables en el proceso de conocimiento.

El principio de incompletud de Godel señaló tempranamente que todo sistema teórico tiene por lo menos un axioma que es indemostrable; no podemos determinar si es verdadero o falso. Toda teoría es insuficiente e inacabada, por tanto, debe permanecer abierta (Morin, 1978:246). El principio de incertidumbre de Heisenberg estableció que no podemos medir simultáneamente la posición y el movimiento de una partícula, porque al registrar uno de esos dos parámetros indeterminamos el otro.

El sujeto regresa a su lugar, modifica al objeto cuando lo conoce: lo construye. En consecuencia: la cibernética de segundo orden de Heinz Von Foerster se plantea atinadamente observar la observación: observar al observador. Ahora, no solo hay que medir el objeto, sino el mismo proceso de medición del objeto.

En su momento, Gaston Bachelard nos advirtió sobre la imprescindible vigilancia epistemológica. El conocimiento se enfrenta a una dialéctica de la verdad y el error u obstáculo, que puede tener raíces inconscientes. Avanzar en el terreno cognoscitivo significa muchas veces ir contra el conocimiento anterior. No partimos de una tabla rasa, como señalaba el empirismo positivista. Asimismo, siempre existen puntos ciegos. No sabemos que no sabemos. La complejidad es el campo de lo posible, improbable e impredecible.

Lo pertinente es pensar en posibilidades y también, digámoslo sin ambages, en la mera imposibilidad. Vivimos en un mundo con múltiples centros, diferentes temporalidades, niveles distintos de veracidad, realidad y experiencia, en donde puede ser inútil la lógica formal clásica. Las lógicas no clásicas (lncs) “representan la más radical ruptura epistemológica con respecto a la tradición platónico – aristotélica. La idea de base es que hemos logrado desarrollar un pluralismo lógico, y el pluralismo lógico implica pluralismo de formas de racionalidad, pluralismo en los sistemas de verdad, en fin, un pluralismo de mundos, igualmente” (Maldonado, 2020:.147). A la geometría euclidiana le sucede la geometría fractal y los espacios de Hilbert, de dimensiones infinitas. Se estudian los puntos o estados críticos, donde los fenómenos cambian de estado, radicalmente, o dejan de ser lo que eran. Entre el valor verdad y el valor falsedad, podemos ubicar el valor imaginario (Spencer-Brown, Bombeli, citados por Ibañez, 1991:22,23).

El decurso del conocimiento no es ni lineal ni acumulativo y oscila entre continuidades y quiebres, síntesis y rupturas, desarrollos simultáneos y retornos. Ahora bien, las síntesis no son simples agregados, sino  también resultados emergentes y no lineales, respecto al input inicial (Maldonado, 2015: 94, citado por Luengo, 2017:55). La complejidad es uno de los últimos intentos de unificación de las ciencias bajo la egida de la transdisciplinariedad, pero incluye lo interdisciplinario y disciplinario, en un movimiento de ida y vuelta. No se trata de un tránsito simple de una etapa analítica a otra caracterizada por la síntesis (Luengo, 2017). De la ciencia clásica centrada en el  estudio de  objetos definidos por propiedades, se pasó a investigar de manera interdisciplinar áreas o campos, a finales del siglo pasado, para abordar, en la actualidad, problemas desde una mirada transdisciplinar.

A pesar de que el mainstream epistemológico de las ciencias sociales latinoamericanas soslaya el asunto, desde la segunda mitad del siglo XX se han conformado ciencias que abordan directamente la complejidad y reflexiones epistémicas sobre lo que en su momento se denominó también el nuevo paradigma de la ciencia. Como era de esperarse, existen diversos enfoques de la complejidad; unos se asumen “más complejos” que otros; y algunos más osados piensan que pueden desdeñarlo. Hasta en estos altos niveles abstracción el ser humano reproduce los esquemas más simples y básicos.

Hoy en día, ninguna reflexión seria debería ignorar los hallazgos de la física cuántica y la macrofísica, las neurociencias y la inteligencia artificial. Las primeras son indispensables para revisar o repensar las nociones fundantes de la ontología, verbigracia, la concepción del multiverso y el principio de entrelazamiento cuántico, que  des-tierra el principio de identidad aristotélico. Algunos autores hablan de una revolución supercopernicana, en donde nuestro universo resultaría insignificante y sería sólo uno, entre incontables universos. Existen varias teorías científicas al respecto, que en la red de redes han terminado por contaminar y entremezclarse con contenidos ficcionales que hacen referencia al origen de este postulado. Con el entrelazamiento cuántico, dos objetos separados, independientemente de la distancia entre ellos, se comportan con tan alto grado de similitud que se transforman en objetos indistinguibles. Para Albert Einstein, era una “espeluznante acción fantasmal a distancia”.

Los principios del pensamiento complejo sirven de guía didáctica para entender gran parte de sus alcances (Morin, 1978-2020). Para comprender los fenómenos es imprescindible apelar a la noción de sistema, es decir, resulta crucial conocer las partes, el todo y, sobre todo, sus interrelaciones e interacciones. Orden, desorden y organización coexisten (1). Los sistemas tienen la tendencia a organizarse a partir de emergencias (Principio sistémico y organizativo). La parte está en el todo y el todo  está en las partes (Principio hologramático). En el pensamiento complejo, el análisis está presente, pero siempre se religa lo que antes se había separado. Se puede proceder a asociar pero sin homogeneizar ni reducir. Se conjuga y une lo disjunto y se establecen puentes entre elementos antagónicos, por ejemplo, entre naturaleza y cultura  (Principio de distinción, conjunción e implicación). Los sistemas poseen principios autorreguladores y homeostáticos que incluyen mecanismos de feed back (principio del brucle retroactivo de la cibernética de primer orden). Los sistemas son autónomos y autoorganizadores: generan los elementos, las relaciones y la estructura que los constituyen. No obstante, su relación con el entorno es vital para existir (Principio de auto-ecoorganización). El producto del sistema re-entra como causa que lo produce (Principio de bucle recursivo de la cibernética de segundo orden). Las unidades son duales ya que incorporan paradójicamente elementos antagónicos y complementarios (Principio dialógico). Estamos hablando de unidades que no son el resultado de ningún tipo de abstraccionismo ni reduccionismo; unidad es unidad de lo diverso (Principio de Unitax Multiplex).

A partir de la superación de los principios del paradigma clásico de la ciencia (simplificación y reducción, determinismo, disyunción), surge un nuevo concepto de ser humano, a saber, el homo sapiens-demens. Se reconoce su carácter bio-psico-social y simbólico, en diferentes niveles crecientes de complejidad. Cada nivel integra al anterior sin reducirlo ni desdibujarlo del todo. Demens alude al registro imaginario, el mito, la danza, el canto, la fiesta, el éxtasis, el arrebato  y la desmesura; la capacidad de ensoñación e ilusión pero también a sus eventuales derivas de horror (totalitario, racista, xenófobo). La scienza nuova se plantea concebir racionalmente lo irracional y lo a-racional.

A diferencia del antropologismo reductor y simplista, se reconoce la capacidad de vida societal y comunicativa de los antepasados homínidos y no homínidos. Antes y próximo a nosotros, existió la paleosociedad y la arquesociedad. Entre el animal y el ser humano, la naturaleza y la cultura existe continuidad y ruptura. En la trilogía individuo (psicología), sociedad (sociología) y especie (biología), ningún término debe subordinarse ni reducirse completamente a otro. El fenómeno humano se ubica en las interrelaciones entre los diferentes niveles o dimensiones, que no son sólo complementarios y antagónicos, sino también inciertas. El ser humano no puede ser definido de manera esencialista, ni desde el punto de vista genético ni cultural (Morin, 1978:231). La naturaleza humana es animal-biológica-ecológica pero también técnica (Ortega y Gasset). La idea fuerza es la ruptura  con la clásica disyunción entre las ciencias humanas, la biología y la física.

Las  propiedades de la complejidad son la no linealidad, auto-organización, emergencia, caos, aleatoriedad, adaptación, evolución, flexibilidad, entre otras. Necesidad y azar, orden y desorden, determinismo e indeterminación, ruido e información, se imbrican en la realidad. Un fenómeno complejo posee endo-exocausalidad y bucles retroactivos internos y externos, causalidad intrasistémica e intersistémica, retroactiva y recursiva (Lozano, 2020).

La teoría de las estructuras disipativas de Ilya Prigogine y la teoría de las catástrofes de René Thom son fundamentales para entender la noción de no linealidad. Dentro de la primera, las estructuras disipativas son aquellas que surgen en condiciones alejadas del equilibrio y en donde pequeños cambios generan grandes transformaciones. Dentro de la segunda teoría, se rompe con la continuidad. Precisamente, existe una catástrofe en el momento en que se genera discontinuidad en una trayectoria, se salta de un estado a otro o se produce una bifurcación.

Desde la teoría del Caos, el descubrimiento de Edward Lorenz resulta crucial. El archiconocido efecto mariposa ilustra como ningún otro este fenómeno. El sistema pasa de un comportamiento a otro por modificaciones mínimas en el entorno que luego se amplifican. Con ello, el futuro a mediano y largo plazo se torna impredecible. Pequeñas causas producen grandes efectos, grandes “causas” no logran generar efectos significativos.

En el incremento progresivo de la complejidad y de la creatividad sistémica, aparecen las emergencias. Estas últimas son totalidades organizadas y complejas. La inestabilidad conduce a nuevos mecanismos y a un universo abierto. Ilya Prigogine da cuenta de procesos irreversibles en la evolución de los sistemas, marcados por la flecha del tiempo. La bifurcación se refiere a un cambio cualitativo y radical en el fenómeno cuando se ubica en un estado crítico o en el filo del caos.

La autoorganización fue explicada y dilucidada magistralmente por los científicos chilenos Humberto Maturana y Francisco Varela. La autopoesis alude a los procesos mediante los cuales los sistemas vivos se conforman a sí mismos y mantienen su organización.

En esta perspectiva podemos identificar cómo se produce el orden a partir del desorden o del ruido (Von Forester). Como un ejemplo conspicuo, las mutaciones biológicas son, en muchos casos, sendas adaptativas y evolutivas. Este ejemplo muestra que el juego del error y la verdad no es rígido ni estático. El antiguo error se convierte en la verdad del nuevo sistema.

Los autores que nos permitimos recordar aquí desarrollan un pensamiento complejo que no es indiferente al futuro. Si este último no está predeterminado, hay mucho que podemos hacer, éticamente. Cambiando de vía (Morin, 2020); aprendiendo de las lecciones del cambio climático y de la pandemia del Covid-19 o rescatando la raíz matríztica de la cultura occidental, con todo lo que puede aportar para el amor, la cooperación, la solidaridad y la democracia (Maturana, H.1996-2011).

Al parecer, los hallazgos de Charles Darwin o la lectura que hicimos de ellos son en buena parte una mera proyección ideológica. Los etólogos han establecido como la cooperación y la competencia son antagónicos y complementarios en la vida animal. La cooperación tiene valor evolutivo y adaptativo. El primatólogo, psicólogo y etólogo Frans de Waal ha identificado compasión, empatía y sentido de justicia en sus experimentaciones. Más allá de lo que se denominó hace quince años el “gen egoísta”, hoy día la tendencia se dirige a reconocer el comportamiento pro-social y cooperativo. El gran investigador holandés plantea la hipótesis de que la empatía surge en los cuidados maternos y luego se expande a otras relaciones. Dicho sea de paso, Humberto Maturana extrapola esta tesis a la experiencia humana, filogenética y ontogénicamente.

Por otra parte,  no es cierto que todos los animales vivan solo en el presente. Los primates antropomorfos planifican y usan herramientas. Los grandes simios pueden resolver problemas con procedimientos inferenciales análogos a los nuestros (Diéguez, 2021; 57-58). Los estudios sobre cognición animal en primates, cetáceos y aves socavan la idea de que el ser humano es el único ser que razona.  La diferencia humana vendría dada por una inteligencia muy superior y el lenguaje, como “paquete” que permite altísimos niveles de categorización y abstracción y que ha sido un acelerador evolutivo que permitió  una cultura tecnológica acumulativa de creciente complejidad (Waal, 2021). De esta manera, se ha  rellenado el abismo ontológico que había creado la tradición filosófica, científica y religiosa occidental entre los seres humanos y los animales.

La naturaleza es una trama compleja de procesos informacionales y comunicacionales. La semiosis y la vida son coextensivos, inclusive desde los mismos orígenes. Ahora bien, más que de procesos simples de emisión y recepción  de señales estamos ante una polifonía de una orquesta sinfónica, en donde los distintos instrumentos dialogan entre sí, se interpelan o entrecortan, conversan, pero también mantienen monólogos o soliloquios. Se abandona el esquema ecológico simplista y mecánico del tipo presa-predador. Los sistemas vivos se encuentran inmersos en procesos de codificación y descodificación, entre ellos y su entorno, pero no responden a un esquema algorítmico, secuencial y jerarquizado. El procesamiento de información se realiza de forma paralela, distribuida, no-local, como una emergencia. “Los sistemas vivos son tales justamente porque no saben de estabilidad, equilibrio o permanencia, sino de cambios, procesamientos, aprendizajes y adaptación” (Maldonado, 2020: 34). La biosemiótica implica abordajes inter y transdisciplinarios. De hecho, es una síntesis de las ciencias naturales, sociales y humanas. La biosemiótica constituye una de las ciencias de la complejidad, siendo la biología cuántica el eslabón que la comunica con ellas. La novedosa ciencia estudia los efectos cuánticos sobre el funcionamiento cerebral, la comunicación entre las plantas; y en el comportamiento animal, verbigracia, en la comunicación interespecies en la rizosfera, entre hongos y plantas, bacterias y hormigas, entre otros organismos.

Los cambios tecnológicos en curso y aquellos que presagia el transhumanismo han puesto en jaque al humanismo clásico y a buena parte de sus argumentaciones. Ante la ciborgización y la comunicación poshumana, ninguna definición esencialista de la naturaleza humana resulta válida, ora biologicista, ora técnica. El ser humano está destinado a vivir en la naturaleza, en su sobrenaturaleza tecnológica (Ortega y Gasset) y en la infosfera o tercer entorno (Echeverría, J. citado por Dieguez, 2022 1:33). Es un ser natural pero también un ser técnico. No obstante, su sobrevivencia y bienestar como especie dependerá de una bio-técno-ética, que distanciándose de un sueño romántico y reaccionario, ponga límites sobre la base de conceptos como dignidad humana, equidad, autonomía y libertad. No deberíamos permitir que el imperativo y determinismo tecnológicos sigan rigiendo nuestras vidas. A veces lo que puede hacerse no debe hacerse. El concepto de derechos humanos debería ampliarse y redefinirse en función de los derechos de los seres vivos, sintientes y portadores de dignidad. Nuestros cuerpos no son simples soportes materiales prescindibles, accidentales, contingentes e inadecuados, en espera de mejoras de la biotecnología, la biónica y la inteligencia artificial. Esa concepción reproduce el dualismo. Los límites y cotos al dinamismo tecnológico, aludidos anteriormente, tienen que ver también con una adecuada gobernanza digital que controle la distribución y extensión democrática de la IA. Sobre todos se ciernen  las amenazas y riesgos de los sistemas de cibervigilancia en general (v.g. Pegasus), y aquellos insertos en el modelo totalitario del Partido Comunista Chino.

Empero, ¿por qué  es ineludible que hablemos de complejidad este año?  Existen tres poderosas razones. En primer lugar, Edgar Morin, uno de los pilares de los enfoques principales del pensamiento complejo cumplió 100 años. En segundo lugar, Humberto Maturana gran científico que acuñó una de sus categorías centrales, la autopoesis, falleció el día 6 de mayo de los corrientes. Igualmente, el epistemólogo chileno desarrolló la neurobiología, una de las denominadas ciencias de la complejidad. Si bien el mismo objeto de nuestra indagación reclama alejarnos de cualquier personalismo y culto respectivo, hemos de reconocer el lugar de estos gigantes en el paradigma emergente.

En tercer lugar, puede decirse que este año la complejidad recibió el Premio Nobel de Física, tanto en su nivel teórico más alto, en las manos de Giorgio Parisi de la Universidad de La  Spienza,  como en su aplicación empírica al cambio climático, por parte de Syukuro Manabe de la Universidad de Princenton y Klauss Hesselmann del Instituto de Meteorología Max Planck. Estos últimos han contribuido a modelar, cuantificar y predecir el calentamiento global. El físico italiano mencionado inicialmente recibió el galardón por sus estudios de la interacción entre el desorden y las fluctuaciones  en sistemas físicos de distintas escalas.

En específico, el vuelo de los estorninos, estudiado por Parisi, es un ejemplo conspicuo del funcionamiento de un sistema complejo; y responde a un intrincado mecanismo de comunicación y orientación. El célebre autor mantiene la hipótesis de su extrapolación metafórica a ámbitos como la moda. De momento, podemos decir que el despliegue coreográfico de sus bandadas transforma los instantes sublimes de la naturaleza en una secuencia infinita de belleza. Lo complejo es hermoso.

1 “…Fenómenos desordenados son necesarios en ciertas condiciones o en ciertos casos para la producción de fenómenos organizados, los cuales contribuyen al incremento del orden…” (Montealegre, 2020:13).

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