El auto es como el cuerpo humano: muchas veces nosotros mismos terminamos perjudicándolo con determinadas acciones o actitudes producto de la negligencia o simples descuidos. Hay cuestiones que vienen de fábrica y poco podemos hacer con ello, pero ciertas roturas se deben a errores recurrentes del propio conductor.
Aquí puntualizamos algunos vicios o mitos sobre algunos comportamientos que pueden generar algún daño en el vehículo. Pasar por el taller para reparar una falla en cualquiera de los sistemas de un vehículo se traduce en una inversión considerable. Es importante, entonces, prevenir las que pueden generarse con los malos hábitos de conducción de los autos.
Utilizar de manera excesiva los frenos puede ser contraproducente para el vehículo ya que acorta la vida útil de los componentes del sistema. Una manera de evitarlo es anticiparse a las maniobras y mantener una distancia prudencial con el vehículo que nos precede. La clave para no desgastar por demás los frenos es soltar el pedal del acelerador a tiempo para que el auto desacelere con el motor, y para ello no hay que pegarse al auto de adelante.
Una mala costumbre de muchos conductores es cargar combustible cuando ya prácticamente no quedan litros en el tanque, después de que se enciende la luz roja en señal de alerta. Eso incrementa la posibilidad de que los inyectores o el filtro reciban las impurezas del depósito. Incluso puede atentar contra la buena refrigeración de la bomba de combustible, cuya rotura implica un gasto considerable en cualquier modelo actual. Estirar la parada obligada en el surtidor, aunque no parezca, puede salir carísimo.
Chequear la presión de los neumáticos debe ser una práctica habitual de todos los conductores cada semana. Hay que tener en cuenta que circular con una presión superior a la recomendada por la fábrica puede provocar desgastes prematuros de la parte central del neumático, pérdida de adherencia al piso y aumento de las vibraciones. Por el contrario, si se viaja con la presión por debajo de lo indicado, se desgastarán antes de tiempo los laterales de la banda de rodadura, aumentará el consumo de combustible y se perderá control dinámico.
El embrague es un componente súper sensible del vehículo que requiere cuidado y atención. Suele romperse antes de lo previsto si el conductor deja el pie apoyado mientras circula o ante una detención, como puede ser en un paso a nivel o los semáforos. Es una mala costumbre dejarlo accionado con el vehículo en primera listo para salir. Debe accionarse sólo cuando es necesario: no se desgasta demás por accionarlo muchas veces, sino por mantenerlo apretado innecesariamente.
Manejar agresivamente o demasiado pausado puede perjudicar el funcionamiento del auto. Si conducimos con movimiento bruscos, el motor, los frenos y la transmisión pueden verse afectados. Pero también se pueden generar inconvenientes en el otro extremo: cuando no llegamos a determinadas revoluciones por minuto, podemos perjudicar al motor y el turbo.
Una conducta que puede ser nociva es mover la dirección cuando el vehículo está detenido. Esa acción hace que el sistema interno trabaje más de lo adecuado y se puede acortar la vida útil de la bomba de asistencia. Como la mayoría de las direcciones ahora son asistidas, no se nota el esfuerzo que realizan, pero no es menor.
Otro mal hábito de muchos conductores es mantener las manos apoyadas sobre la palanca de cambios mientras manejan. Más allá de que una correcta posición de manejo, principalmente en viajes prolongados, requiere las manos apoyadas en el volante, esto puede generar un desgaste y deformación de ciertos componentes internos y desajustes en el mecanismo.
Lomos de burro, badenes y reductores de velocidad pueden ser muy perjudiciales para la suspensión y los neumáticos si frecuentemente los pasamos sin reducir la velocidad. Se recomienda no superarlos con el freno accionado, no hacerlo a más de 20 km/h y no pasarlos de costado.
La conducción está llena de mitos. Hay quienes dicen que tomar una bajada en punto muerto les permite ahorrar combustible, pero no es así. Si levantamos el pie del acelerador y dejamos una marcha engranada, el auto no consumirá porque son las ruedas, con su movimiento, las que mantienen en marcha a la transmisión y el motor.
Si lo ponemos en punto muerto, en cambio, el vehículo entiende que se está en ralentí, y aunque en dosis mínimas, provoca que la inyección envíe combustible al motor. Bajar una pendiente en punto muerto, además, genera un exigencia mucho mayor para el sistema de frenos, y hasta puede poner en riesgo a los ocupantes.
Parece un consejo para deportistas, pero bien vale para el auto, aunque parezca una antigüedad. Cuando encendemos el vehículo, el conjunto mecánico está frío y si se le exige demasiado en esos primeros minutos, aceleramos el desgaste del motor. Lo ideal es esperar que el aceite llegue a los 75°C. Para eso, con manejar a una velocidad constante durante 15 minutos alcanza. No es necesario dejar el auto prendido durante un tiempo.
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Edición Nº: 9681, 6 de Octubre de 2022
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