El motor de un automóvil de combustión funciona gracias al ajuste milimétrico de piezas pequeñas que cumplen funciones muy específicas. Es el caso del colector de admisión, por ejemplo, que se encarga de dejar pasar la mezcla de combustible y aire a los cilindros del motor. Su tarea principal es distribuir la mezcla de manera uniforme a cada cilindro, con el fin de optimizar la eficiencia y el rendimiento del motor.
Los colectores de admisión suelen ser de aluminio o materiales similares y los hay de dos tipos: convencionales o variables. Los primeros son muy habituales en los motores de gasolina mientras que los segundos no son más precisos y se utilizan principalmente para motores de cuatro válvulas por cilindro.
La importancia del colector de admisión se debe a varias razones. La primera es que el automóvil no se sacude durante la conducción, que el consumo de combustible no sea excesivo y que no haya disminución de la potencia del motor. A medida que el oxígeno ingresa a los cilindros (lo que permite que se queme el combustible), facilitar un flujo de aire constante y necesario cuando se abren las válvulas permite que el motor funcione con una potencia regular.
Si el colector acumula un exceso de suciedad o se obstruye, esto resultará en una pérdida de rendimiento del motor y problemas en la entrega de potencia. El colector también puede tener fugas del sistema y tender a acumular hollín, al igual que la válvula EGR.
Notarás este tipo de fallas y averías cuando el motor da tirones, hace ruidos extraños o intermitentes cuando el coche está en ralentí e incluso cuando el motor se detiene cuando quitas el pie del pedal del acelerador.
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